LA ÚLTIMA PALABRA QUE PUEDE PRONUNCIARSE FUERA DEL INFIERNO. CARTA A LOS SANTOS.
Miguel
«A primera vista parece esta ciudad mucho más culta que Soria, porque la gente acomodada es infinitamente discreta, amante del orden, de la moralidad administrativa y no faltan gentes leídas y coleccionistas de monedas antiguas. En el fondo no hay nada. Cuando se vive en estos páramos espirituales, no se puede escribir nada suave, porque necesita uno la indignación para no helarse también» (carta de Antonio Machado a Miguel de Unamuno, 1913).
Queridos Jóvenes de San José, querido Marcos:
Puede ser que algunos me conozcáis. Soy desde 2010 sacerdote de la diócesis de Burgos, pero soy de Barcelona.
Cuando, ayer mismo, me enteraba de lo que os está ocurriendo, algo dentro de mí gritó: “Por esto, no podemos pasar.” Acababa de oír la ignominia más grande que se puede proferir. Cristo acababa de ser crucificado.
Los Jóvenes de San José –tengo que explicar a los lectores del blog- son una asociación juvenil que se dedica a evangelizar practicando el “tuve hambre, y me disteis de comer” (Mt 25,35). Actúan, hoy por hoy, en Barcelona. Se orientan hacia aquellos que, no teniendo ni la última ayuda de la administración (pongamos el ayuntamiento), la mayoría de las veces viven (quizá mejor decir “malviven” o “sobremueren”) en la mismísima calle. Y les llevan, con el alimento y otros bienes necesarios, la oración, el abrazo, la sonrisa, la esperanza, toneladas estremecedoras de un amor sin orillas por el que se oye sollozar a los ángeles: “hijos de Dios sin tacha, en medio de una gente torcida y depravada, entre la cual brilláis como lumbreras del mundo, mostrando una razón para vivir” (Flp 2,13).
El ayuntamiento les ha hecho saber que no les gusta su labor y les ha ofrecido algunas alternativas que los Jóvenes han declarado no ser apropiadas para su misión, ya que ésta es evangelizadora. La reacción del ayuntamiento ha sido anunciar que hoy, sábado 15, se practicaría una inspección sanitaria de los alimentos que distribuyen.
Y yo sé, hermanos míos, a quien sin conocer quiero tantísimo, que vosotros no habréis tratado de salvar la situación acudiendo con los más suculentos manjares y con caviar y langosta cedidos por alguna baronesa de Pedralbes. Vosotros y yo sabemos que, aun así, se os decretaría el cierre del chiringuito. Porque una inspección anunciada como una represión no puede dar otro resultado.
Vosotros, en lugar de eso, contáis con la oración; con la intercesión infalible de la Madre de ese Jesús que está en el cielo y en el pobre y en el que alimenta al pobre; con la intercesión infalible de San José; con vuestras y nuestras oraciones. Nada hay más invencible.
Pero yo quiero decir que aquí ha habido algo por donde no se puede pasar. Un hombre, una mujer que tengan el más mínimo sentido de la dignidad propia y ajena no pueden de ninguna manera tolerar que se diga, como se ha dicho –y puede que haya sido el mismo alcalde-, que la actividad de estos muchachos “da mala imagen a la ciudad”. Para mí, para mi sensibilidad, esta es la última frase que es posible pronunciar fuera del infierno. La siguiente ya la recoge Satanás.
Permitidme que os copie el mensaje que dejé, en cuanto me enteré del asunto, en el “Facebook” del alcalde o del ayuntamiento:
«Urbanismo inteligente…» Urbanismo de desalmados criminales que quieren destruir a quien alimenta a los que el ayuntamiento no alimenta. El pretexto: «Dan mala imagen». ¿Cuál es la buena imagen?: ¿la de una ciudad en la que los famélicos buscan en los contenedores los restos de comida, acaso correspondientes al festín que acaban de disfrutar un alcalde vesánico e implacable y unos concejales que no tienen los arrestos suficientes para cantarle las verdades? ¿Una ciudad de rascacielos y los mejores coches, con restaurantes a todo trapo para los que vienen a dejarse el dinero? ¿O acaso la mejor imagen de la ciudad -y rápidamente conocida en todo el mundo- no sería la de una Barcelona (mi Barcelona natal, que hoy ya no sé si puedo continuar amando) en la que los unos se inclinan a solucionar las necesidades de los otros, con un amor que no les cabe en el pecho? ¿Existe algo más hermoso?
«Pero ya se ve que el problema es, no que eso dé «mala imagen» de Barcelona, sino que la da del ayuntamiento, en tanto en cuanto evidencia que este no llega a donde debe llegar.
“Alcalde hipócrita: si dices que unos muchachos que llevan su amor a las esquinas sin pedir nada a cambio (ni tus subvenciones) dan mala imagen, has de saber que dices la mayor ignominia que haya inventado el diablo. Por ti, Barcelona va a tener la peor imagen posible, la del infierno frío de la insolidaridad brutal. En cambio, ahí están estos muchachos de S. José, del amor y de la esperanza. Por ellos, y por los que son como ellos, tiene el mundo espectadores.”
Me resulta, la frasecita, absolutamente aberrante y luciferinamente demencial. Todavía no me explico cómo, al oír la barbarie, no se derrumbó la Sagrada Familia ante una Barcelona que no se la merece. Todavía no me explico cómo podemos seguir viviendo, como si nada hubiera pasado, después de esta frase. Dar comida al pobre es dar mala imagen. Un hecho histórico. Esta es la justa y precisa frase que debería dar lugar a los historiadores para marcar una nueva edad: la edad de Satanás y la edad del llanto de Dios. La edad en que puede eso tolerarse y, en lugar de desatarse la más multitudinaria de las revoluciones, seguimos todos tan tranquilos preocupándonos por las estupideces del fútbol y por si me ha salido o no me ha salido un grano en el cutis. Pues sabed, quienes calláis, quienes el fútbol y quienes el cutis, que sentenció el sabio rey Alfonso X que “quienes a sabiendas dejan errar al rey merecen pena como traidores”.
Jóvenes de San José: un pobre sacerdote perdido en una provincia de tercer orden os ofrece su apoyo. Pero, más que eso, os da las gracias, porque nos enseñáis (me enseñáis) el camino que va derecho a la más genuina humanidad.
Y tened consuelo, porque, como también dice San Pablo:
Sólo importa una cosa: que llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo […], luchando unánimes por la fe del Evangelio, y sin dejaros intimidar en nada por los adversarios: lo que para ellos es señal de perdición, para vosotros, en cambio, es señal de salvación. Todo esto viene de Dios. Porque a vosotros os ha sido concedida la gracia por Cristo, no sólo para que creáis en él, sino también para que padezcáis por él (Flp 1,27-29).
Por consiguiente, lo que corresponde es terminar dándoos la enhorabuena por el honor de la persecución cristiana. Y recordaros que, como perseguidos, recéis fervorosamente por los perseguidores. Un abrazo como nunca.
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¡Impresionante! Gloria a Dios. Bendito y alabado sea por siempre. Gracias Señor por darnos santos sacerdotes.
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Lo dice por el Cura de Ars, evidentemente.
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¡Muchas gracias por sus palabras, por su apoyo y por sus oraciones!
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Finalmente no hicieron la inspección el sábado, como TAMPOCO inspeccionan los contenedores de basura de donde muchas veces comen las personas que acuden a recibir ayuda de los JSJ. No les importa tanto la sanidad como «lo otro».
En la nueva web de Jóvenes de San José (http://jovenesdesanjose.org/) podemos ver algunos retazos sobre la reacción que se ha producido contra esta tropelía. Más de veinte mil firmas de HazteOír en contra, el respaldo de S. E. el Cardenal Sistach, de Intereconomía, la 13 TV, Infocatólica e innumerables blogs que como este han dado a conocer este atropello. (Todo sea dicho, pocos con la excelencia que esta vez alcanza la entrada.) Twitter y Facebook están que arden, según nos cuenta Elentir en su blog http://www.outono.net/elentir/2013/06/15/ola-de-criticas-a-xavier-trias-en-la-red-por-la-persecucion-a-los-jovenes-de-san-jose/. Por cierto, que enlacé allí a esta entrada, porque se lo merece.
Pero esto no puede quedar así. No, señor. Ya hemos visto con indignación que no es lo mismo que unos funcionarios municipales repartan vales por comida que el dar amor y comprensión como condimento de lo necesario. ¿A qué esperamos para hacerlo? Porque los JSJ, con todo lo dispuestos que están, no dan abasto para tanta necesidad. Ni nadie lo dará, si no somos todos quienes nos ponemos. (El Ayuntamiento tampoco.)
Aquí tenemos que luchar contra dos injusticias. Ya lo hemos hecho contra el abuso del Ayuntamiento, ahora nos falta oponernos a la falta de justicia distributiva (eso que ahora llaman «justicia social» y no existe con este nombre). Porque esta falta es en alguna medida culpa nuestra. ¿Dar limosna a la mendigo de la puerta de la iglesia? Pues no, si sólo constituye una forma de salir de allí sin conflictos, mientras pasamos por alto que le ha dado un cachete al bebé para que llore. O sí, si creemos que es necesaria nuestra ayuda, pero también escucharla, y, sobre todo, tenerla como a una persona más. Porque no es otra cosa.
¿Salir a los caminos como Don Quijote, a desfacer entuertos? Cada vez me parece mejor idea, pero si vuestro horario de trabajo no os lo permite, al menos podéis hacer como el Cid de aquel romance, que ofrecía al leproso «la desnuda limosna de su mano», al no encontrar su escarcela para darle unos dineros.
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