LA SABIDURÍA DE DIOS SEGÚN FRAY VICENTE-III
En el capítulo 5 del Evangelio según San Marcos encontramos una historia acerca de un encuentro que tuvo Jesús con un hombre endemoniado. Vamos a leer unos cuantos versículos de la versión de la Biblia de Jerusalén:
1. Y llegaron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos.
2. Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo
3. que moraba en los sepulcros y a quien nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con cadenas,
4. pues muchas veces le habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarle.
5. Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras.
6. Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante él
7. y gritó con gran voz: «¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes».
8. Es que él le había dicho: «Espíritu inmundo, sal de este hombre.»
9. Y le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?» Le contesta: «Mi nombre es Legión, porque somos muchos.»
Estamos en presencia del hombre “más endemoniado” de la Biblia. De los otros endemoniados se dice que tenían “un espíritu inmundo”, pero de éste se dice que tenía “una legión” de demonios. Y las legiones romanas tenían aproximadamente cinco mil soldados de infantería.
En esta ocasión yo no voy a hablarles de demonios ni de exorcismos. Creo firmemente todo lo que la Biblia y la Iglesia Católica, Apostólica y Romana enseñan al respecto, pero es de “otro tipo de demonios” del que quiero hablarles hoy.
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Este hombre “moraba en los sepulcros… y andaba por los montes dando gritos”. Vivía extrañado de la sociedad. Le molestaba el prójimo. No le importaba en lo más mínimo. Con tal de no estar cerca de los demás, prefería vivir en los sepulcros y andar por los montes dando gritos.
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Además, estaba extrañado de sí mismo, porque “se hería con piedras”, es decir, se hacía daño a sí mismo. Era un suicida.
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Y por último, estaba “extrañado de Dios”. A pesar de reconocer en Jesús al “Hijo de Dios”, le dice enfáticamente: -“Vete, ¡no me atormentes!”
Este hombre vivía «entre sepulcros» y era un puro zombi. Los zombies actuales se encuentran en las plazas públicas, entre botellones y macrofiestas, o sirviendo a cualquier placebo moral que se les presente. Llama la atención que Jesús le insta a volver a su casa, y es que en ella puede encontrar o recuperar lo que no es inmundo.
El hedonismo, la cultura de la muerte, el vacío espiritual, se encuentran en la calle, pero no pueden quedarse eternamente en el entorno familiar. Recordemos la función de «Iglesia doméstica» de la que nos habla Juan Pablo II en su exhortación Familiaris consortio. No se encuentra ninguna mejora personal en la soledad, sino la falta de una parte importante de personas que conforman realmente la vida de cada uno, que nunca vive una sola persona.
El demonio acecha y suele atacar cuando nos encuentra en mayor debilidad; no es bueno que nos desprotejamos de una manera tan temeraria, y cuando nos encerramos en nosotros mismos, lo estamos haciendo. Pero es que hay otro abandono, otra soledad que obra esta desprotección: el entregarnos a unas cuantas «ideas», abandonando las creencias, los principios y los valores. Queda entonces reducido todo a un esqueleto depauperado en que las conciencias no tienen ya modo de funcionar, porque lo someten todo a cuatro requisitos que nos establezcamos, olvidando en este proceso la Verdad, que sustituimos por nosotros mismos.
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Agradezco tu comentario, Luna. Es muy interesante. ¡Que Dios te lo pague!
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